De acuerdo con el concepto tradicional, la pintura consiste en la transferencia del mundo tridimensional de la naturaleza al mundo bidimensional de la superficie que se va a pintar. Desde tiempos muy antiguos, el hombre ha necesitado expresarse a través de superficies coloreadas que oscilan entre el signo abstraído de la naturaleza y el dato que se toma partiendo de la realidad natural.

El objetivo fundamental del trabajo que se desarrolla en el proyecto es conjuntar el registro visual y textual de los fragmentos que se conservan de pintura mural de tiempos precolombinos, para que estudios con enfoques metodológicos de diversas disciplinas se integren y se logre un mejor acercamiento a esta manifestación cultural poco estudiada del México Antiguo. Se trata de contribuir en la conservación de una de las máximas expresiones plásticas de nuestro patrimonio cultural, que por sus condiciones de factura, ubicación, intemperismo e incluso de descuido, ha sufrido pérdida y destrucción de manera rápida e irreversible.

El universo de los antiguos habitantes de Mesomérica –ciudades, monumentos, relieves, esculturas arquitectónicas, vasijas y figurillas que hoy vemos desnudas– estuvo inmerso en el color. Ese mundo de colores brillantes deslumbró a los conquistadores españoles a su llegada a Mesoamérica. Parece, sin embargo, que durante los tres siglos de sujeción a la corona española, ni los extranjeros, ni los de origen americano que habitaban esta tierra, se percataron de la importancia que el color tuvo para los antiguos indígenas.

A principios del siglo XX eran pocas las referencias a la pintura mural en los estudios arqueológicos, sin embargo los numerosos hallazgos a lo largo de dicho siglo dan idea de la multivariedad de estilos y temas desarrollados por distintos pueblos en diferentes tiempos. Existen pues, suficientes testimonios acerca de cómo los antiguos mexicanos crearon y establecieron en el área de Mesoamérica una rica tradición pictórica con varios estilos que hoy confieren identidad a los pueblos que la constituían. De tal manera que las pinturas mayas homocentristas difieren notablemente de las abstracto-simbólicas de Teotihuacán, y éstas, a su vez, se distinguen de las de carácter funerario que predominan en Oaxaca, por nombrar sólo algunas diferencias temático estilísticas

Por lo general los muros exteriores de los edificios estaban pintados de un color uniforme, las escenas se reservaban para los interiores. Éstas podían tener según su destino carácter narrativo, conceptual, histórico, ritual y religioso, bélico, cosmogónico y cotidiano. La gama temática era extensa y vista en conjunto revela los intereses, quehaceres, ceremonias y creencias de los antiguos habitantes de Mesoamérica.

Según Miguel León Portilla, la palabra nahuatl "toltécatl" equivaldría al concepto de artista. Entre los artistas cuyos atributos y obligaciones se mencionan en algunas fuentes, está el tlahcuilo, pintor quien además de la facultad natural y entrenada para ejercer su oficio, tenía la visión del mundo sobrenatural –inmensamente religioso- en el que estaba inmerso.

La gran mayoría de la pintura mural que conocemos está pintada sobre aplanados de cal, seguramente debido a la resistencia y color de este material, aunque también existen algunos ejemplos de pintura sobre barro. La obtención de cal se realiza mediante la calcinación de piedras calizas o conchas marinas. En la pintura mural existen dos grandes divisiones en cuanto a la técnica: las pinturas al fresco y las pinturas al seco. La primera técnica supone que los pigmentos se aplicarán al soporte antes de que éste haya fraguado. En la pintura al seco el aplanado ya fraguó cuando se aplican los colores.

Cada técnica tiene posibilidades y limitaciones específicas que determinan las cualidades plásticas y expresivas de la pintura. Los pintores prehispánicos idearon las técnicas adecuadas para transmitir los mensajes, creencias y acontecimientos relevantes de sus culturas.